Julián Sobrino
Profesor de la ETS de Arquitectura de la Universidad de Sevilla
Publicado en la sección de Opinión del Diario de Sevilla de 19 de febrero de 2012
El debate que se está produciendo en torno al proyecto del arquitecto César Pelli para Cajasol tiene un gran interés, mas allá del éxito que tengan, finalmente, las posiciones arguméntales que defendamos cada una de las partes implicadas en esta discusión pública, debido a que alimenta la participación de los ciudadanos y ayuda a crear una opinión democráticamente responsable en algunos de los grandes temas de la ciudad de Sevilla como son la gestión de su patrimonio cultural, la ordenación urbana y el carácter simbólico de su paisaje histórico.
Mi posición se centra en denunciar que la unilateralidad de los análisis en tiempo de crisis conduce a equivocaciones seguras, en una coyuntura, como a la actual, cuando lo que está realmente en cuestión es precisamente un modelo determinado de crecimiento basado en la especulación y ingeniería financiera más torticera y opaca, con el resultado del “más de los mismo”. Siendo esta situación especialmente grave cuando quienes ejecutan esas políticas son gestores de la denominada economía social que tiene su eje financiero en las cajas de ahorro.
El proyecto de la Torre Cajasol ha pasado de ser justificado por los beneficios que va a generar en términos de empleo y rentabilidad económica. La ecuación propuesta es tan simplista que parece tomada de unos malos apuntes de clase de primero de carrera. Veamos: inversión es igual a empleo directo, más empleo inducido, más beneficios directos, más retorno fiscal, dividida la inversión entre los costes de construcción y los gastos de financiación, multiplicado todo ello por la rentabilidad escalada a partir del primer año de explotación. En fin un negocio redondo basado en datos estadísticos que sueñan con un escenario al 25%, al 50% y al 100% de ocupación para calcular la riqueza generada en nuestra ciudad y Andalucía. Olvidan el nuevo y acelerado escenario de destrucción de actividad económica directa en la ciudad de Sevilla donde ya es un hecho el exceso de oferta inmobiliaria de oficinas y el descenso de sus precios de alquiler. La hipotética modernidad asociada al proyecto del rascacielos ha dejado de ser la coartada principal para ser sustituida pro el rampante productivismo de la retardo modernidad, de un pensamiento que, de tan débil, ha dejado de ser pensamiento.
La crisis actual es impredecible, tanto para su final de ciclo como para las fases de su desarrollo. ¿Cómo se puede mantener hoy la idoneidad de este proyecto teniendo como base el popular cuento de la lechera o el elitista, y madoffiano, juego de la pirámide? Si alguna lección hemos de extraer de la crisis actual ha de ser la de que se ha de someter a crítica la propia metodología en la que se había basado este sistema económico fracasado. Modelo sobre el cual existe un consenso suficiente para reconocer en el unos rasgos estructurales marcadamente antisociales, profundamente desiguales y encarnizadamente depredadores de los recursos.
Querer demostrar con datos estadísticos que cualquier inversión es buena porque produce beneficios y genera empleo nos llevaría a justificar cualquier barbaridad en aras de un mal entendido progreso económico. Los países que pretenden distinguirse pro la puesta en marcha de políticas responsables no pueden dejarse engaña por los cantos de sirena de cualquier negociante. La magia de las cifras, manejadas por un hábil prestidigitador, puede impresionar, incluso fascinar, en el momento del espectáculo, pero luego se impone la necesidad de conocer el truco, sobre todo en este caso, cuando de lo que se trata es de nuestro dinero y del patrimonio de nuestra ciudad, manejados por una caja de ahorros “de interés social”.
La variabilidad en la repercusión sobre el empleo de cualquier cifra invertida, en el mismo o en diferentes sectores económicos, es algo que llama a reflexión. En España cambia dependiendo de la comunidad autónoma, del rango poblacional, del contexto territorial, del tipo de gestor, del arquitecto que realiza el proyecto, del marketing que se hace del producto final, de los plazos de la competencia técnica en su ejecución, y así hasta un largo etcétera de variables.
Los 353,2 millones de inversión de la Torre Cajasol hubieran tenido mejor destino si se hubieran dirigido a la economía directamente productiva, a las PYMES, a los nuevos emprendedores, a la economía del conocimiento. Señores de Cajasol; no jueguen a empresarios, ayuden a los empresarios. Distingan con claridad los límites del marco económico actual y sean creativos para una comunidad como Andalucía y una ciudad como Sevilla, que necesitan inversión productiva no especulativa.
Y si hablamos de arquitectura y urbanismo dirijan sus iniciativas a la investigación y a la innovación, no recuraran al manido tópico de la torre corporativa. Paren las obras en su estado actual, aprovechen lo realizado y convoquen un nuevo concurso, en otro lugar de la ciudad bajo las premisas de la innovación (las nuevas tipologias terciarias en una ciudad socialmente responsable y sostenible medioambientalmente), la investigación (apoyen a los preparados grupos de investigación de las universidades andaluzas), la transferencia del conocimiento (en forma de patentes para las empresas andaluzas). Incluso pueden pensar en una operación de regeneración urbana en alguno de los excelentes y desatendidos edificios del patrimonio arquitectónico sevillano.
Piensen el proyecto desde la ciudad del siglo XXI, en su ordenación, en sus impactos, en sus flujos, en sus oportunidades. En el reequilibrio social y urbano. Dignifiquen el término de la sostenibilidad desde el ahorro y la austeridad. Promuevan proyectos ejemplarizantes que induzcan a nuevas prácticas acordes con el escenario de crisis y de cambio de modelo productivo y contribuyan a la esperanza de alumbrar un modelo económico más justo y solidario, empezando por su propia casa.
Señor Pulido, analista de consultoras, Consejo de Administración de Cajasol, sindicatos de clase, Alcalde de Sevilla, Consejero de Cultura, como dijo Hilary Clinton “no desaprovechemos una buena crisis” y añado: para retornar a los valores, para idear salidas a la crisis que supongan el establecimientos de metodologías y estrategia que eviten la separación de la teoría y la practica, de la ética y de las convicciones. No hagan una torre más, así no harán historia, la destruirán.
1 comentario:
Sea o no rentable construir la torre, no es problema más que del propio Cajasol, no veo un argumento para parar una obra.
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