Publicado el 01-06-2010 EXPANSIÓN.com , por Ángeles Gómez
La bonanza económica ha impulsado la creación de edificios iconos y ha eclipsado el concepto de arquitectura como arte útil y de servicio a las personas.
Hace tres años que la crisis económica nos despertó de un sueño de lujo y abundancia, que en España, como en ningún otro país, se fraguó a golpe de ladrillo y cemento. Testimonio de esos tiempos son algunas creaciones arquitectónicas emblemáticas, como la Ciudad de las Artes de Valencia, “un tipo de proyecto que no deberíamos abordar ahora por ser demasiado costoso y volcado en asociar la imagen de una ciudad con unas determinadas formas arquitectónicas”, sostiene Luis Fernández-Galiano, catedrático de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Madrid.
Los medios de comunicación se hacen eco “de los edificios emblemáticos, de los Guggenheim del mundo, pero junto a ellos hay mucha arquitectura humilde, hecha con responsabilidad y que hace nuestra vida y nuestras ciudades mejores”.
Fernández-Galiano reivindica esa arquitectura de servicio, un valor en auge “sobre todo por la crisis económica y climática, por la conciencia de que la fiesta se ha terminado, de que ese gran carnaval de gasto, exceso y despilfarro tiene que dar lugar a una arquitectura con otros valores, menos amante del espectáculo y más amante del servicio”.
El catedrático asegura que la arquitectura española está muy reconocida en el exterior, y “lo que le ha dado prestigio han sido las obras de promoción pública, como son la red de auditorios, de museos, la vivienda pública promovida. Todas las administraciones (central, autonómica y municipal) se han contagiado del deseo de generar arquitectura de calidad”.
Bien distinta es la opinión que tiene de la iniciativa privada: “Nuestros promotores inmobiliarios han sido mezquinos en su visión urbana y arquitectónica, y el ladrillo ha pasado a ser casi sinónimo de la degradación de las ciudades y las costas”, sostiene.
Conciencia verde
La bonanza económica ha impulsado la creación de edificios iconos y ha eclipsado el concepto de arquitectura como arte útil y de servicio a las personas.
Hace tres años que la crisis económica nos despertó de un sueño de lujo y abundancia, que en España, como en ningún otro país, se fraguó a golpe de ladrillo y cemento. Testimonio de esos tiempos son algunas creaciones arquitectónicas emblemáticas, como la Ciudad de las Artes de Valencia, “un tipo de proyecto que no deberíamos abordar ahora por ser demasiado costoso y volcado en asociar la imagen de una ciudad con unas determinadas formas arquitectónicas”, sostiene Luis Fernández-Galiano, catedrático de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Madrid.
Los medios de comunicación se hacen eco “de los edificios emblemáticos, de los Guggenheim del mundo, pero junto a ellos hay mucha arquitectura humilde, hecha con responsabilidad y que hace nuestra vida y nuestras ciudades mejores”.
Fernández-Galiano reivindica esa arquitectura de servicio, un valor en auge “sobre todo por la crisis económica y climática, por la conciencia de que la fiesta se ha terminado, de que ese gran carnaval de gasto, exceso y despilfarro tiene que dar lugar a una arquitectura con otros valores, menos amante del espectáculo y más amante del servicio”.
El catedrático asegura que la arquitectura española está muy reconocida en el exterior, y “lo que le ha dado prestigio han sido las obras de promoción pública, como son la red de auditorios, de museos, la vivienda pública promovida. Todas las administraciones (central, autonómica y municipal) se han contagiado del deseo de generar arquitectura de calidad”.
Bien distinta es la opinión que tiene de la iniciativa privada: “Nuestros promotores inmobiliarios han sido mezquinos en su visión urbana y arquitectónica, y el ladrillo ha pasado a ser casi sinónimo de la degradación de las ciudades y las costas”, sostiene.
Conciencia verde
Pero el panorama está cambiando y “la conciencia de que hay que construir de otra manera, con sensibilidad hacia el entorno, está calando. Alemania lo está haciendo de forma decidida, y esta actitud está permeando en otros lugares”. Fernández-Galiano subraya que “en el terreno del urbanismo, el gran enemigo es la dispersión, este crecimiento en mancha de aceite que obliga a llegar a todos los sitios en coche”.
Este experto elogia la calidad de las infraestructuras y el impulso dado a la red ferroviaria en España, “lo que tendríamos que aprovechar para hacernos más independientes del coche”. Desde esta óptica, “las ciudades compactas –con edificaciones tradicionales, de una altura máxima de siete plantas– son un invento extraordinario, y las más ecológicas. La ciudad jardín es la menos verde de todas”.
Esta tendencia ya se ha materializado en las ciudades ecológicas que grandes arquitectos están construyendo en la periferia de Shangai o en Abu Dabi. “La arquitectura más avanzada está volviendo a la más tradicional como forma de aprovechar mejor los recursos y de abaratar costes”.
El catedrático insiste en que “en arquitectura, el gran enemigo es el espectáculo. Tenemos que hacer una arquitectura más humilde y menos espectacular”. En su opinión, “el recurso más importante de la arquitectura no es el dinero ni el reconocimiento, sino el talento, que es lo que multiplica por diez el valor de las cosas que se hacen”.
Arquitectura: más por menos
Economistas, como el ex ministro Carlos Solchaga; políticos, como Isabel Tocino; sindicalistas, como José María Fidalgo o profesionales, como Luis Fernández-Galiano, forman parte la Fundación Arquitectura y Sociedad, una plataforma que reivindica la bondad de las construcciones sencillas, al servicio de las personas; una arquitectura justa y eficiente, capaz de optimizar los recursos para lograr más calidad con menos coste.
Estas son las premisas del Primer Congreso Internacional ‘Arquitectura: más por menos’, que reunirá en el Palacio de Congresos de Pamplona, entre los días 9, 10 y 11, a los premios Pritzker Renzo Piano, Jacques Herzog y Glenn Murcutt. Y junto a ellos, arquitectos de a pie, capaces de revolucionar sus ciudades, entre los que figuran el chileno Alejandro Aravena, que está reconstruyendo 500 kilómetros de costa destruida por el terremoto de hace unos meses; Diébédo Francis Keré, de Burkina Faso, o el indio Rahul Mehrotra. “El mensaje es que la arquitectura es un arte útil”, afirma Fernández-Galiano.
Estas son las premisas del Primer Congreso Internacional ‘Arquitectura: más por menos’, que reunirá en el Palacio de Congresos de Pamplona, entre los días 9, 10 y 11, a los premios Pritzker Renzo Piano, Jacques Herzog y Glenn Murcutt. Y junto a ellos, arquitectos de a pie, capaces de revolucionar sus ciudades, entre los que figuran el chileno Alejandro Aravena, que está reconstruyendo 500 kilómetros de costa destruida por el terremoto de hace unos meses; Diébédo Francis Keré, de Burkina Faso, o el indio Rahul Mehrotra. “El mensaje es que la arquitectura es un arte útil”, afirma Fernández-Galiano.
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